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martes, 12 de julio de 2011

V

  Un poco más lejos, en alguna playa de Sydney está Marco Antonio surfeando mientras es admirado por un grupo de australianos y por una chica británica llamada Katie, que también considera el surf una de sus grandes pasiones. Katie sueña en salir con Marco Antonio, pero a el no le convence mucho.  Marco Antonio no tiene muchos amigos, la verdad es que no se ha dedicado a hacerlos debido a que nunca tiene tiempo, sólo le interesa surfear.
Más tarde, el llega a su casa, ve a su madre viendo la televisión y se sienta junto a ella, y le habla de las olas que surfeo hoy, ella finge interesarle cuando en verdad está un poco cansada de que le hablen de lo mismo.
-Hoy fue increíble mamá, agarré la ola más alta de todas.
-Que bien hijo…
   Cuando Marco Antonio escucha esa frase nota que su madre no tiene interés en seguir oyendo sus historias y se marcha a su habitación. Una vez en su habitación se da cuenta de todo el tiempo que ha perdido por estar todo el tiempo en el mar y decide llamar a Katie para salir.
-¡Hola Katie!, es Marco Antonio.
-¡Marco Antonio!, ¿qué tal?
-Muy bien, aquí en casa, un poco aburrido. Me preguntaba si te apetecía salir por ahí, no sé a dar una vuelta.
-¡Claro!, me encantaría- Katie no podía disimular su emoción y Marco Antonio ya lo había notado.
-Entonces a las 8 en el Darling Harbour, ¿vale?
-Vale. – Katie cuelga.
    Marco Antonio no puede creerlo, había invitado a una chica a salir, cosa que no hacía desde hace un año atrás desde que lo había dejado con su novia Jessica, una rubia, alta con ojos azules como los de una piscina, que para él era como una modelo. Era la mujer más bella que el había conocido en toda su vida. Su mente empieza a recordar aquel 17 de enero de 2009
   Marco Antonio la conoció un día que fue a hacer footing en el Hyde Park, ella iba corriendo con una amiga cuando él se dejó llevar por su belleza y su larga melena de oro. Ambos intercambian una mirada que le inquietó tanto que decidió hablarle. Cuando el voltea para hablarle ella había desaparecido, el no podía creer como fue que pasó tan rápido entonces comienzó a buscarla por todo el parque hasta que la ve, la ve bebiendo un gatorade de naranja y no puede evitarlo, pero queda petrificado. Cuando Jessica se percata de esa mirada tan directa se levanta y le pregunta…
-Disculpa, ¿Te puedo ayudar en algo?
-Eh, perdona, es que… Quería saber donde habías comprado ese gatorade de naranja, es que es mi preferido.
-Ah, vale, este lo traje de mi casa pero conozco un lugar donde venden, si quieres te llevo.
-¿Estás segura?
-Claro, para mí no sería ningún problema. Dame un segundo que mi amiga se tiene que ir, ¿vale?
-Vale – Marco Antonio no puede creer lo que acaba de hacer, ni lo que está a punto de hacer. Irá a comprar un gatorade con la chica de sus sueños.
    Cuando Jessica se despide de su amiga, los dos van caminando en busca del lugar para comprar el gatorade, pero de lo que no se dan cuenta es que hay una química inexplicable entre ambos. Caminan por las calles, riéndose y conociéndose. Hasta el momento que llegan las 10 de la noche y ellos siguen en chándal, sentados en un banquillo se despiden con un beso en la mejilla y cuando ella está a punto de marcharse él le dice que se quede un segundo más. Un segundo más para acercársele y besarle, un segundo que se vuelve eterno y tierno, cálido y amoroso, ella no intenta alejarse ni moverse, ella en el fondo quería esto ocurriera. Pasan cinco meses, cuando se aman tanto que el deseo y las ganas los consumen y es así como Marco Antonio tiene su primera vez, con su primer amor y con la chica de sus sueños… Estuvieron nueve meses amándose más y más, hasta que ella tiene que marcharse a los Estados Unidos a estudiar. El juró más nunca confiar en el amor, ya que nunca tendría suerte de encontrar un amor en Sydney, desde entonces no ha salido ninguna chica…

  Son las siete de la tarde, no está listo, se le ha olvidado cómo vestirse para una salida casual con una chica así que pide ayuda a su padrastro Frank, recibe los mejores consejos del mundo. Una vez listo sale con una preciosa camiseta de Springfield que compró su madre en un viaje a España y unos bermudas de rayas.
Son las ocho y Katie está ahí esperándole, con un vestido de rayas de colores y unos tacones marrones, Marco Antonio se impresiona, nunca la había visto vestida de semejante forma. Se veía, guapa pero sencilla, poco maquillaje, como le gusta a él. Baja del coche y le susurra en el oído que está guapísima, Katie se sonroja.
Caminando por el hermoso puente, llega esa charla tan común sobre el futuro.
-Marco, tú, ¿Qué quieres hacer cuando crezcas?
-Quiero ser un surfista.
-Claro, claro, pero aparte de eso. ¿Qué quieres estudiar?
-Surfeo…
-No creo que eso sea una carrera, ¿o sí?
-No, no lo es, pero no creo que sirva para otra cosa…
-Pero, ¿Cómo dices eso? Podrías ser abogado, doctor, traductor, periodista, ingeniero, en fin, millones de cosas y tu ¿sólo quieres ser surfista?, eso yo lo considero un pasatiempo. Yo quiero ser chef.
-¿Ah sí? Pues eso está bien.
Ambos notan que no tienen cosas en común, Katie, pensaba que detrás de ese chico habría una gran química entre los dos y en vista que no, quedó totalmente decepcionada. Marco Antonio, sabía que esto sería así, al final, el siempre iba a tener mala suerte en el amor.
  Quizás esa mala suerte sólo estaba en Sydney...

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